El
microrel es es una forma de narración compuesta con un mínimo de
400 a un máximo de 499 palabras incluido su título.
Titulo:
La caza
Característica:
Microrel
Nota:
El presente ejemplo posee alrededor de 420 palabras incluyendo su
título.
La canoa se
deslizaba silenciosamente a través de las ramas que caían sobre la
orilla del arroyo. Mi padre iba detrás moviendo el remo
sigilosamente levantándolo rítmicamente sin hacer ruido. Esta, la
canoa, aunque pareciera casi no moverse, iba cortando el agua
espejada como el trazo de un cuchillo muy afilado sobre la piel de un
ser vivo.
Al cruzar por debajo
unos tamarices, la vegetación se hizo más espesa tan así, que las
ramas de los árboles de ambas orillas se entrelazaban entre sí.
Un par de cigüeñas
levantaba el vuelo desde unas ramas que se inclinaban hacia el agua.
Al principio, rozando su superficie, luego, aleteando se elevaron
oblicuamente hacia la otra orilla.
Estábamos atentos;
sabíamos que la presa estaba delante en algún lugar alimentándose
o refrescándose.
Llevaba una vieja
carabina, de esas del ejército, un viejo máuser, el cual descansaba
sobre mi regazo. Cada tanto, a medida que iba despejando las ramas
que obstruían el pasaje de la canoa las tarariras se alimentaban; lo
percibía por el movimiento circular sobre el agua y el sonido del
chapoteo que ellas emiten a escasos centímetros por delante de proa
y sobre estribor.
De repente
escuchamos el clásico sonido del carpincho, a escasos metros por
delante y a estribor. Se alimentaba. Mi padre puso su dedo sobre su
boca y estiró casi simultáneamente su mano en dirección a donde
estaba la presa. Fue el momento que saqué el seguro al arma.
El animal nos vio.
Emitió el sonido característico de alerta precipitándose hacia al
agua justo en el instante que abrí fuego. Aún recuerdo verlo como
ejecutaba la maniobra de escape dando el salto hacia las
profundidades del arroyo para así nadar y alejarse de nosotros, y,
el culatazo de la carabina que impulsó mi hombro hacia atrás.
Luego provino el
silencio, roto apenas por el pandemónium de las aves nerviosas que
revoloteaban de rama en rama.
Mi padre llevó la
canoa hacia el lugar donde el animal había salido recostando su popa
sobre un acantilado; con una mano se sostenía de una rama, en tanto,
hacía gesto hacia el agua. Fue cuando comencé a apreciar el charco
de sangre. El proyectil había hecho impacto directo a la parte
posterior de sus omóplatos delanteros.
Su cuerpo aparecería
flotando unas horas más tarde apresado por la maraña que formaba
parte de la floresta, una de las más espesas y enmarañadas que
había en el sotobosque. Fue cuando volvimos con él de vuelta al
campamento, lugar de donde habíamos partido.